lunes, 4 de febrero de 2013

Lincoln (Steven Spielberg, 2012)


Prescindible y olvidable


     Cuando en su día vi Amistad, una de las películas más flojas de Spielberg, una de las cosas que más me llamó la atención fue la moralina y el alegato antiesclavista que nos colaba, en la que los españoles eran unos negreros y los norteamericanos eran los justos libertadores de esclavos: y todo esto en la norteamérica de 1839, donde y cuando, como todos sabemos, los negros eran ciudadanos en igualdad de derechos, con sufragio, pleno empleo, catorce pagas, mes de vacaciones y una jubilación garantizada al final de su cómoda vida laboral: ¡agárrate esos bemoles Steven!

    Ahora Spielberg vuelve a la carga sobre el tema esclavista con Lincoln, pues de eso va realmente la película: más que tratar de la vida de uno de los más famosos e idolatrados presidentes de los USA (sólo superado quizás por Kennedy), versa sobre la abolición de la
esclavitud.



    En lugar de hacer un biopic al uso, cubriendo toda la vida del personaje histórico, o de centrarse en el hecho de su magnicidio (quizás más conocido por estas tierras, fuera de estados unidos), la película se dedica única y exclusivamente a los meses de 1865 durante los que, todavía con una sangrienta Guerra Civil en marcha, pero ya casi ganada, el bueno de Abe Lincoln, en la cúspide de su popularidad y recientemente reelegido, se empeñó en que le aprobaran la decimotercera enmienda a la constitución de su país, que garantizaba la liberación de los negros del país, aboliendo la esclavitud.



    Durante buena parte de sus larguísimas dos horas y media de duración, Spielberg se empeña en explicarnos, una y otra vez, por activa y por pasiva, porqué Lincoln no puede obtener a la vez las dos cosas que más ansía: el final de la Guerra de Secesión, y la aprobación de la dichosa enmienda, y como obtener lo primero (que es inminente) antes que lo segundo es imposible.



    Esto, que al principio te cuesta entender, luego finalmente lo comprendes, y más adelante, cuando sigues comprendiéndolo, simplemente acaba importándote un bledo.

    La película es pelín espesa, casi todo diálogos e interiores, interiores del siglo XIX, pero no de palacios aristocráticos y versallescos, sino de salones oscuros, con pesados cortinajes y alfombras polvorientas, apenas iluminados por débiles luces de gas o por la luz del fuego de chimeneas y velas.

    Y por supuesto, debates, debates y más debates: del presidente con los miembros de su gabinete, o en la cámara de representantes entre los congresistas (estos, de lejos, mucho más interesantes que los primeros).



    Daniel Day-Lewis, bajo toneladas de maquillaje (bien hecho, eso si) creo que interpreta solventemente a Lincoln, a pesar de que el guión nos lo presente casi como un abuelete cebolleta que aprovecha la mínima para contar una batallita en forma de anécdota, o quien sabe, a lo mejor es que era así en realidad...

    De todas formas creo que es mucho más destacable el papel secundario de Tommy Lee Jones, interpretando al congresista Thaddeus Stevens, uno de los apoyos imprescindibles que el presidente debe ganarse para llevar a cabo su plan. No se si a Day-Lewis le darán el oscar al mejor actor (probablemente si),  pero desde luego Tommy Lee Jones creo que se merece del de mejor actor de reparto.



     La parte más interesante de la película, son todos los tejemanejes que ocurren en la trastienda del poder para poder ganarse los votos de congresistas, tanto del mismo partido como sobre todo del contrario, necesarios para aprobar la dichosa enmienda. Algo así como lo que se ve en El Ala Oeste de la Casa Blanca, pero a mediados del siglo XIX.


    Esto incluye la compra más o menos descarada, más o menos encubierta de voluntades y votos (a cambio de promesas de empleos en la futura administración del ya reeligido presidente), llevada a cabo por el señor Bilbo (James Spader) y sus secuaces, orquestada por el Secretario de Estado. Eso sí, que parezca legal, como se dice en la película:
- No quiero nada que sea ilegal.
- No es ilegal sobornar a un
político, ¿De que vivirían si no?


    Y básicamente esta es toda la historia de la película, aunque es cierto que hay algunas tramas secundarias, como la oposición de Lincoln y su esposa a que su hijo mayor se aliste en el ejército (contra la voluntad de este, que está deseando no pasar a la historia como un cobarde a cubierto de las faldas de su mamá y la levita de su papá el señor presidente), o como los problemas mentales de su mujer, Mary Ann Todd Lincoln (al parecer sufría de migrañas, de fuertes depresiones, era asidua de adivinos y espiritistas, etc.) aunque esta última, que tenía pinta de ser interesante, está solamente esbozada.

    Simplificando mucho, existen algo así como tres Spielbergs diferentes: uno, el mejor para mi gusto, el que borda como nadie películas de acción y aventuras como Tiburón, las de Indiana Jones, o las de Parque Jurásico. El segundo es el Spielberg sensiblero y pelín ñoño que se deja ver en muchas sus películas, pero que predomina en algunas como E.T., El extraterrestre. Y el tercero es el “serio”, el que hace películas solemnes y que tratan temas de enjundia, y que tardó bastante en tener  éxito notable de público y crítica (por ejemplo la Lista de Schindler) cosa que se le resistía, pues normalmente, en otras ocasiones, no lo lograba tanto (El color púrpura o Munich, por poner algún ejemplo).

    Normalmente los tres estilos están mezclados, y se puede ver elementos de cada uno de ellos en casi todas sus películas (incluso en  películas de acción épica como Salvar al soldado Ryan o tan duras como La lista deSchindler, asoma la patita el Spielberg sensible, y aparecen recursos para provocar la lagrimita aquí y allá). Pero muchas veces, uno de los estilos predomina sobre los otros dos.

    Este es el caso de Lincoln: pretende ser una película seria, solemne, con  un tema importante, y probablemente con intención de pasar a la historia. Quien tuvo, retuvo, y el señor Spielberg tiene ya muchos años de oficio a sus espaldas como para que le salga una película francamente mala, y de hecho esta no lo es, pero creo que se toma demasiado en serio a sí misma, y se mira  demasiado el ombligo. Seguramente por tratar un tema muy importante dentro de la historia de los USA logrará notable éxito de público y de crítica, incluyendo probablemente premios con una buena rociada de estatuillas en la ceremonia de entrega de los Oscars, pero a mi me ha parecido decepcionante,  perfectamente prescindible y completamente olvidable.


Seldon
(originalmente publicado en El Pobre(cito) Hablador)




3 comentarios:

  1. Si decidimos debatirla siempre podemos volver a esta entrada.

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  2. Dios santo de mi vida, se me hace tan insoportable y tediosa que a mitad de la peli vengo a ver que habéis dicho por aquí de ella. Solo se ha atrevido Alf con ella. Bueno y Carlos le ha plantado un 6.
    No sé si podré acabarla, ya os lo digo, o moriré en el intento.

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  3. jajajaja madre míaaa una tarde de éstas me hago una dream sesion: "Paris Texas" y "Lincoln" seguidas!!

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