jueves, 6 de noviembre de 2014

Persona (1966) de Ingmar Bergman



Parece que hay que sentirse culpable

Parece que hay que sentirse culpable por ver una araña en una araña, un pene en un pene y una crucifixión en una crucifixión. ¡Qué cateto soy que no entendí la parábola de muerte, religión y realidad!

Parece que hay que sentirse culpable por no encontrar ningún interés en los monólogos de Alma consigo misma. O con Elisabeth, quién coño sabe.

Parece que hay que sentirse culpable por consultar el reloj (“¿Se me habrá parado?” pensaba ilusionado, pero no cayó esa breva) en varias ocasiones durante el visionado de la película, a pesar de sus escasos 80 minutos de metraje.

Parece que hay que sentirse culpable por prescindir de la calidad de  fotografía, pese a que teniendo los ojos entreabiertos, debido a la somnolencia inevitable, es difícil apreciar la belleza de los planos.

Parece que hay que sentirse culpable por no alcanzar el sentido profundo del film, por no palpar ese sentimiento alejado de explicación racional que solo unas pocas obras consiguen transmitir. Ésta transmite la sensación de hartazgo en sus cotas más altas, eso es verdad.


Parece que hay que sentirse culpable por detestar la película de Bergman. Pues bien, ¡me declaro culpable, señoría!  Al fin y al cabo la condena ya la cumplí viendo ‘Persona’.


NOTA: 1/10




--- Ballesta21 (BallestaV) ---
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