miércoles, 12 de octubre de 2011

RÉQUIEM POR UN SUEÑO de Darren Aronofsky

Hay personas inestables que viven en el fino alambre de una existencia imposible, en un desequilibrio constante. Gente como Harry (Jared Leto), Tyrone (Marlon Wayans) o Marion (Jennifer Connelly).
Y cuando uno se sustenta en tan escasa superficie, la gravedad hace su trabajo, y lo más normal es que el peso del mundo acabe por hacernos caer. Corre, no pares, no puedes parar… no hay tiempo para pensar, y la sensación de que sólo se puede seguir avanzando, caminando por el alambre, difumina el hecho de que el camino es mucho más simple fuera de él…
Es fácil comprender hasta que punto debe ser relajante encontrar un remanso de paz en el puzzle mental en que esas personas construyen su proyecto vital. Y que es muy sencillo desaparecer por unos momentos a través de las drogas.
Pero también es cierto que las salidas fáciles no suelen ser las mejores. Y que ese desaparecer hace que uno se olvide de los verdaderos objetivos, de focalizar lo que se quiere conseguir.
Al final esa paz momentánea se convierte en la cadena que les ata sin remedio a la caída a la que están predestinados...

Ahora bien, ¿cómo llega uno a ese punto?
Los hay perdedores y desafortunados, que casi desde el principio han carecido de los mimbres necesarios para construir algo firme, quizás como Tyrone. Otros como Harry o Marion, con más oportunidades, nunca han valorado todo lo bueno que tenían a su alrededor, y no han sido capaces de crearse una escala de valores cimentada en el esfuerzo, por lo que no han aprendido a esforzarse para tener éxito en sus proyectos.
Pero también los hay que han peleado toda su vida aferrándose a algo que constituía su principal sueño. Y que, al desaparecer ese pilar fundamental, ven como todas las estructuras que sustentaban su existencia se vienen abajo con estrépito.
Son personas como Sara (Ellen Burstyn), la madre de Harry, que habiendo enfocado toda su vida a la felicidad de su marido y su hijo, es incapaz de superar la soledad provocada por la muerte del primero y la ausencia continuada del segundo. Sara ahora apenas tiene amigas y apenas tiene un hijo que le roba con frecuencia para pagarse sus vicios, así que suple esa carencia abrazada a su televisor como si fuera de carne y hueso.
El día que Sara cree que esa nueva presencia le ha dado una oportunidad, el desequilibrio de su tristeza se manifiesta con toda su gravedad. Y ella inicia un camino desquiciado en busca de un nuevo sueño que, en realidad, nunca tuvo un sostén real, pero en el que no pudo evitar poner toda su fe al no disponer de otros estímulos.
La historia que se nos narra en esta película es una historia triste, de autodestrucción, centrada en unos personajes que se encuentran muy al límite y que podemos considerar lejanos. Resulta complicado sentirse identificado con Harry y Tyrone cuando se empeñan en intentar enriquecerse vendiendo droga, o con Marion cuando llega al límite de la prostitución.
Pero también es difícil no sentir al menos cierta empatía por Sara, tal vez porque su desequilibrio es producto de un error desinteresado, altruista. Y porque al final el miedo a la soledad es probablemente tan universal como el miedo a la muerte, y quizás incluso tenga el mismo sentido.
Y al final, con ese contraste entre los jóvenes desubicados y la casi anciana que se perdió al andar sola, Aronofsky consigue que nos llegue el mensaje de cautela ante la pérdida del equilibrio, universalizándolo y evitando demonizar a la juventud como se suele hacer sistemáticamente.
Creo que es ahí donde reside verdaderamente la clave de la película, en ese punto en el que lo que es o no una adicción se diluye un poco. Y podemos entresacar una conclusión más general sobre los motivos que nos llevan a caer en ellas o lo que hace que nos perdamos por el camino, perdiendo aquello que nos mantiene equilibrados y dejando de tener el control de nuestra vida.

En cuanto a las cuestiones más puramente cinematográficas, es inevitable mencionar el trabajo de Ellen Burstyn, que fue nominada al Óscar por esta película, y que realmente transmite perfectamente la soledad y angustia de Sara. El resto de actores están también muy bien, aunque Jared Leto no me convence cuando ha de endurecer sus gestos y, por su fisonomía, no termino de creerme a la Connelly haciendo un papel tan sucio.
La dirección de Aronofsky se deja notar en los planos cortos y los cortes constantes, que asfixian un poco. Lo cierto es que normalmente conjugan bien con la presión que quiere someter al espectador, aunque en ocasiones cansan y pueden parecer recursos de video musical (esos chutes tan visuales y repetitivos), y que se acompañan muy acertadamente por una fotografía muy cruda que aporta bastante realismo a la trama.
Aronofsky participó además en la escritura del guión, basado en una novela homónima que no he leído, por lo que prefiero no opinar mucho sobre él, aunque creo que sostiene el ritmo de la película adecuadamente.
Por último, destacar la música de Clint Mansell, que convirtió en mundialmente famosa la composición Lux Aeterna. Un fragmento de la misma se repite constantemente a lo largo de la película, en los momentos de más tensión, y creo que funciona especialmente bien enfatizando esas escenas.


Personalmente, confieso que es una película que me aburre ligeramente, pues no terminan de atraerme este tipo de personajes y situaciones. Me parece una película sólida y bien defendida, pero simplemente no me llega. Así que si tuviera que valorarla seguramente la dejaría en un muy respetable 7,5 sobre 10. 

-Oligoqueto-


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...