martes, 15 de octubre de 2013

Brick (Rian Johnson, 2005)

http://www.filmaffinity.com/es/film151565.html
      ¿Recordáis esas películas de cine negro típicas de los años 40, oscuras, que siempre se desarrollaban de noche y en los ambientes y garios más sórdidos de la ciudad? Esas películas con una trama enrevesada y liosa, llenas de nombres, en las que el detective privado, en sus investigaciones, iban encontrándose en cada escena con un personaje que le daba un nombre, para que pusiese encontrarse con ese otro personaje en la siguiente escena. Y así una y otra vez, complicando la trama, llenándola de nombres, hasta el punto de que si no estabas demasiado atento a un diálogo te acababas perdiendo y ya no sabías como había llegado a averiguar algo, o a encontrarse por fin con el asesino. Esas películas con la chica en apuros, el amigo del detective, la mujer fatal, la policía (el detective privado siempre trabajando al margen de ellos), sus soplones, el gangster y sus matones, los garitos, etc, en las que al final agradecías que un personaje te contara –como resumen y por si te habías perdido- qué era lo que había pasado y el detective había descubierto. ¿Las recordáis?



      Bueno, pues sustituid la noche por el día, los garitos de la ciudad por un instituto, su campo de juegos, aparcamientos,... Sustituid al detective, a su amigo y a la chica en apuros por estudiantes de instituto, a la policía por el director (a sus soplones... bueno, pues también por los soplones del director), a la femme fatale por una sofisticada niña rica, a los matones por pandilleros que trapichean con drogas, y al gangster por un jovenzuelo que viste de traje elegante, utiliza un bastón de dandy, vive en casa de su madre y tiene su guarida en el sótano de la misma. Hay escenas impagables como aquella en la que la madre del “gangster” les sirve en su cocina unas galletas a él y al “detective” como si de una visita normal se tratare, aunque antes lo ha apalizado en su sótano. O aquella otra en la que “el gangster”, a falta de limusina, se hace transportar en la parte trasera de una furgoneta monovolumen con su bastón, ¡y una lámpara de pie más propia del salón de una casa!.

      Hace todas esas sustituciones y lo que os sale es Brick, una curiosísima película que en el fondo es el típico film noir de los años 40 pero transplantado al ambiente de un instituto actual y sus estudiantes, pandilleros y demás. Pero sí, los crímenes, las palizas, el dinero, la droga,... son reales.




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