viernes, 7 de junio de 2013

OZ




     Obviamente Oz no es la primera serie de la historia de la televisión. De hecho se empezó a emitir en 1997, cuando este medio tenía ya medio siglo de historia a sus espaldas, y casi desde sus inicios había comenzado a emitir historias en forma de seriales semanales.

      Pero en muchos aspectos es la primera serie “moderna”, es decir, si hubiera que elegir una, probablemente Oz sería la primera de la nueva hornada de series de calidad que rivalizan sin ningún problema con el cine, e incluso lo superan en muchos aspectos.
     ¿Por qué la primera? ¿qué diferencia a este tipo de series?


      Bueno, para empezar las series “tradicionales” normalmente era episódicas, es decir, un grupo de personajes protagonistas comunes se enfrentaba cada semana a una historia diferente, dentro de los parámetros de las propia serie, claro está, pero que se planteaba, desarrolla y cerraba dentro del mismo episodio. Oz inauguró otra técnica: arcos argumentales que se extendían a lo largo de más de un capítulo, incluso a lo largo de más de una temporada.

       Además el formato era distinto al habitual: en lugar de la típica temporada larga (habitualmente de más de 20 episodios) que se emitía durante un semestre, formada por episodios relativamente cortos (como máximo de 40 y pocos minutos, para con los cortes de publicidad rellenar una hora de TV), Oz se presentaba en el formato inverso: temporadas cortas (de 8 episodios cada una salvo una de ellas, la 4ª que era doble, es decir 16 episodios) pero de episodios largos: de casi sesenta minutos cada uno.

      Y por último, pero no menos importante, la libertad creativa. Mientras que las series tradicionales estaban atadas por el hecho de emitirse en abierto por cadenas generalistas, que las forzaba a no tratar temas demasiado peliagudos pues necesitaban mantener un mínimo de audiencia lo más amplio y constante posible, Oz fue producida por la HBO, una cadena de pago, con total libertad tanto para tratar temas escabrosos, como para no tener que lidiar con un público completamente volátil.

     ¿El resultado? Pues una serie con un tema duro, un drama carcelario, para adultos o al menos definitivamente no apto para toda la familia, pues la serie no ahorra en absoluto en escenas de violencia y sexo (por el tema, obviamente en su mayoría homosexual).

      Oz es el apodo con el que los internos y los guardias denominan a la Penitenciaría Estatal de Oswald. En esta cárcel de máxima seguridad existe una unidad especial, casi experimental, dirigida con cierta libertad que le permite el alcaide negro de la prisión, Leo Glynn, por Tim McManus, un idealista nato que pretende rehabilitar a los presos más duros mejorando sus condiciones de vida, pero exigiéndoles a cambio muchas más reglas de convivencia que al resto de los internos. Siguiendo con la analogía del Mago de Oz, a esta unidad se la conoce como Emeral City (ciudad esmeralda) o simplemente Em City. De esta forma en Em City las celdas no tienen barrotes, son cubículos acristalados, completamente transparentes (puertas y paredes), las zonas comunes presentan mejores condiciones que en el resto de la prisión, cada nuevo interno que es transferido a Em City cuenta con un padrino o esponsor, es decir un preso que le ayuda a aclimatarse, etc.

El problema de McManus es que como en toda prisión de máxima seguridad, los internos no son precisamente angelitos. Como dice un personaje, en Em City...
“...hay algo en el aire. Y no es amor”
      Como parece que ser habitual, los internos se organizan en clanes o bandas: los hispanos, los italianos mafiosos, los moteros (cubiertos de tatuajes), los neonazis de la hermandad aria, los negros, los musulmanes (tocados con sus gorritos y también negros todos ellos, pero todos devotos
practicantes de los preceptos del Islam),...  incluso los gays tienen su propio grupito.



      Y lógicamente las bandas son rivales entre ellas: se desprecian unas a otras, se odian, forman alianzas efímeras para controlar el mercado interno del tráfico de drogas, etc.


       Y luego hay un grupo de prisioneros “no alineados” en ninguna de estas bandas, como por ejemplo los más viejos: Rebadow y Busmalis, dos personajes de los más entrañables, que cumplen largas condenas, están de vuelta de todo procuran no meterse con nadie y nadie los ve como una amenaza.

    Y como una especie de narrador, o conciencia, tenemos un personaje curioso: Augustus Hill, un preso que está en silla de ruedas y que además de participar en las historias de la serie como uno más, nos introduce los temas que la serie quiere tratar hablándole directamente a la cámara, es decir al espectador.


    En cada capítulo, sobre todo en la primera temporada, se planteaba un tema concreto, como la muerte, las drogas, la superpoblación en las prisiones, la religión, la violencia carcelaria, etc. Y en el episodio, en 5 o 6 ocasiones, es decir más abriéndolo, cerrándolo y más menos cada 10 minutos durante el episodio Hill nos suelta una parrafada sobre el tema, normalmente irónica y siempre políticamente incorrecta. Por ejemplo:
“Dios por definición es el gangster, el capo mafioso supremo ¿me comprendes?
Nos obliga a vivir con sus normas, morimos si no lo hacemos, nunca habla con nosotros cara a cara y nunca nos explica con exactitud por qué hace lo que hace.
Ya lo ves el tío está sentado en  el cielo tomándose un capuchino, en plan tranqui, ja ja.
Tiene el puto mundo entero en sus manos. Nos tiene pillados por los huevos.”
     Y además con una técnica muy curiosa: además de hablarle directamente a los espectadores, normalmente aparece en una caja transparente (por aquello de que las celdas son acristaladas), con la prisión y otros internos de fondo, y normalmente en ángulos o encuadres raros: en picados verticales, o girando en el vacío, etc.

      Al comienzo de la serie, como pasa con Juego de Tronos, es mejor no encariñarse con ningún personaje, pues hay muchos y se van renovando continuamente: unos desaparecen rápidamente de las historias principales, y otros simplemente duran poco pues son asesinados casi inmediatamente, algunos incluso dentro del mismo episodio. Siempre que se introduce un nuevo personaje en la historia, Hill nos lo presenta: nos dice su nombre, su número de interno, su delito, la fecha en la que ingresó, su condena, y cuantos años tiene cumplir antes de ser elegido para la libertad condicional. Y todo ello con unas breves escenas en las que se le ve cometiendo el delito, con una fotografía distinta, en tonos apagados o sepia,...

       Parece que el único personaje recurrente va a ser este Hill, pero poco a poco vemos que hay un grupito de caracteres que perduran, y que son los protagonistas de la serie, aunque no hay ningún protagonista absoluto, pues es una serie muy coral. Así, además de este narrador, tenemos algunos presos notables, como Schillinger, el nazi, Said, el líder de los musulmanes negros, religioso e integro pero duro y furiosamente crítico con el sistema, Ryan O’Reilly, el irlandés, listillo y ladino, un superviviente nato que siempre se las arregla para salirse con la suya (intrigando entre los distintos grupos de presos) y que otro cargue con las culpas y con el castigo, o el brutal Adebisi, el líder de los negros.



   Este es uno de los personajes más
icónicos de la serie, con su minúsculo gorrito ladeado, que parece imposible
que se pueda sostener sobre su afeitada cabeza.

     Llegó a ser tan identificable que incluso fue parodiado por Hommer en un episodio de Los Simpson.

      A lo largo de los 56 episodios de la serie, divididos en 6 temporadas (entre 1997 y 2003) se nos van contando las múltiples historias de estos presos, con muchas tramas argumentales distintas pero relacionadas. Algunas se resulten en sólo unos cuantos episodios, incluso a veces dentro del mismo en el que se plantean, otras duran muchísimo, extendiéndose a lo largo de varias temporadas.

     Uno de los personajes más interesantes es el de Tobías Beecher. Entre tanta escoria de la sociedad y tanto preso que es un delincuente habitual con delitos más o menos normales, Beecher destaca por ser un tímido, apocado y un abogado blanco de éxito graduado en Harvard, padre de familia que goza de cierta posición acomodada, pero que tiene un problema con la bebida y es condenado por matar involuntariamente a una niña a la que arrolla cuando conducía borracho.

     ¡Vamos!, ¡carne de cañón entre tanto angelito! De hecho, huyendo de la sartén (el brutal Adebisi, su primer compañero de celda) acaba cayendo en el fuego: Vernon Schillinger, el nazi, que lo humilla, lo somete completamente, convierte en su “perra” particular, y acaba tatuándole una svástica en el culo, que considera de su propiedad.
- ¿Te gustan mis tatuajes? Te voy a hacer uno.
- No, gracias.
- Oh, sí, voy a marcarte yo mismo.
- Se marca al ganado.
- Si, ganado, eso es lo que eres... mi ganado, Porque  ahora, Tobías, tu culo me pertenece.

      Pero, es sorprendente la evolución que sufre el personaje, adaptándose, endureciéndose y plantando cara a Shillinger, que se convierte en su archienemigo y némesis. De hecho probablemente la trama más interesante, compleja, enfermiza y larga de la serie es la de Schillinger, Beecher y Keller, uno de los personajes más odiosos de la serie, que a partir de la segunda temporada se una a este peculiar triángulo.

         Además de estos personajes, los de los internos, están los de los trabajadores de la prisión, McManus, Glynn el alcaide, la doctora Natham a cargo de la enfermería, el padre Mukata, el capellán, la hermana Peter Marie, monja pero que ejerce de psicóloga del centro, el corrupto gobernador Devlin, conservador  extremo, defensor de la mano dura con los presos y poco amigo de experimentos del estilo de Em City,... y por supuesto, los guardias.

      Decía antes que la serie trata temas escabrosos, básicamente sexo y violencia, y no huye de mostrarlos explícitamente. Así podemos ver desnudos integrales (obviamente en su mayoría masculinos) violaciones (nuevamente, dado el entorno violaciones anales de unos presos a otros), palizas de los guardias a los presos, apuñalamientos, asesinatos, etc.


     De hecho creo que ese es uno de los problemas de la serie: a medida que avanzan las temporadas cada vez es mayor el número de presos (o guardias) asesinados, que aparecen y desparecen fugazmente. Se convierte en algo tan habitual y repetido que por ya visto no impacta. En las últimas temporadas llegué a contarlos por mera diversión: acababan saliendo a una media de 3 apuñalamientos y un muerto por episodio.

       El otro gran problema de la serie es que llega a ser repetitiva en sus esquemas: Duró 6 temporadas pero podría haber durado perfectamente 7 u 8, era sólo cuestión de alargarla más. O también haber durado sólo 5. De hecho creo que habría estado mejor con menos capítulos, con alguna temporada menos. Y no es que la serie quede inacabada. No, en realidad todas las tramas se cierran en el último episodio (doble, más largo que la duración habitual) de la última temporada. Eso si, algunas tramas se cierran un poco precipitadamente para mi gusto (sin desvelar nada, estoy pensando por ejemplo en la del gobernador Devlin, siempre enfrentado con McManus y con el alcaide, y su previsible “caída” en desgracia).

      Un mérito curioso de la serie es que fue casi una cantera de actores secundarios que luego pudimos ver en multitud de series posteriores: Ley y Orden y alguna de sus series-secuela, Perdidos, The Wire, Dexter,...

     Con todo, no es una mala serie, de hecho es buena. No alcanza las cotas de algunas de las otras grandes series posteriores, pero como decía al principio hay que reconocerle su mérito como precursora, como primer intento de hacer este tipo de nuevos productos. Después vendrían otras como la magnífica Los Sopranos, A dos metros bajo tierra, la magistral The Wire, etc... pero todas ellas son posteriores, Oz fue primera.



Seldon
(publicado en El Pobre(cito) Hablador)

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