lunes, 29 de julio de 2013

Expediente Warren: The Conjuring (James Wan, 2013)


A veces no es necesario inventar nada nuevo...

     Expediente Warren es sobre todo una película de terror clásico, entendiendo por clásico terror de los años 70 u 80, no una película de la Hammer en blanco y negro. Pero no os confundáis, no es un slasher tan de moda en aquellos años en los que un maníaco va acabando con un grupo de jovencitos con abundantes raciones de sangre y vísceras.


    Más bien es una película de posesiones demoníacas, poltergeists y exorcismos, que pretende crear suspense y terror huyendo de la sangre, lasa vísceras y el gore. Y de hecho lo logra: es la mejor película de terror que he  visto en los últimos (bastantes) años.



    La historia sigue el canon clásico de este tipo de películas, punto por punto: una familia encantadora, en este caso los Perron, un matrimonio con 5 hijas, que se mudan a una casa nueva, y empiezan a pasar cosas extrañas, al principio poco a poco, y poco “espectaculares”, pero luego...


    La casa es nueva para ellos, pero en realidad es una vieja casona, en un lugar apartado, con varios siglos a sus espaldas, y con alguna oscura historia (que por supuesto ni ellos ni el espectador conocen al principio) sobre sus anteriores habitantes y sus moradores originales.

   Olores fétidos que aparecen y desaparecen inexplicablemente, relojes que se paran mistriosamente todas las noches a la misma hora, crujidos, golpes, cuadros que caen de las paredes, y
cosas que asustan a las niñas, las hijas de los Perron, y a las que al principio los padres no prestan demasiada atención o no acaban de creerse.

    Pero claro, la cosa empeora, los fenómenos paranormales en la casa y sobre sus habitantes pasan a ser más que evidentes y llegan a convertirse en una sucesión de trucos de magia o prestidigitación de los espíritus aterradores para la familia, por lo que piden ayuda a un par de parapsicólogos, un matrimonio, los Warren, de ahí el título original de la película The Conjuring (Warren Files), que sería algo así como Expediente Warren: el truco (o la prestidigitación).

   Porque en la película se mezcla la historia de la familia víctima de los trucos de los espíritus que ocupan la casa, con la del matrimonio de parapsicólogos, una especie de Iker Jiménez mejorado, al que le falta la sotana y la Biblia para ser el padre Karras, pero que va por el mundo equipado con toda la alta tecnología de la
época -está ambientada en 1971-, cámaras, grabadoras, luces ultravioleta,...



   Pero que no es sacerdote, sino que está casado con una especie de vidente o médium. Ambos van por el mundo investigando este tipo de sucesos, grabándolos, documentándolos, tratando de explicarlos o de corregirlos (con la ayuda de la iglesia) y divulgándolos mediante conferencias.


    Al parecer tanto los Warren como los Perron existieron de verdad, y este es fue uno de sus casos, uno de sus expedientes, aunque creo que si la película tiene éxito será una excusa perfecta para que haya una cadena de secuelas: les bastará con hacer más películas basadas en más casos, en más Expedientes Warren. De hecho la película no empieza presentándonos a la familia “sufridora” y contándonos su historia, sino con una especie de prólogo en el que se cuenta otro caso anterior y que
vale para introducirnos a los Warren y a lo que se dedican.


    Decía antes que la película sigue el canon clásico de este género, y lo hace al pie de la letra: es una película de sustos, que poco a poco va creando tensión, luego te va dando una ración de
sustos, y finalmente acaba en una orgía típica de posesiones diabólicas. En este sentido no inventa absolutamente nada nuevo, nada.


    Todo lo que se cuenta aquí ya está inventado, ya lo hemos visto en muchas películas... pero está diabólicamente bien hecho, por lo que resulta muy efectiva y muy entretenida. E imprescindible para los amantes de este género.

    Los sustos están bien dosificados (algunos te los esperas y otros no), sin abusar de la música estridente que pega un subidón en el momento clave, de hecho hay escenas de tensión en las que
simplemente la banda sonora musical desaparece, y logra crear así más tensión. No hay sangre ni vísceras, y se usan recursos típicos de estas películas clásicas de hace 30 años...




    De hecho hay guiños a algunas de ellas: una niña mirando bajo la cama, una pelota que aparece rebotando misteriosamente, una muñeca grimosa que da muy mal rollo, un espíritu entrevisto en el reflejo de un espejo, un objeto antiguo encontrado por uno de los personajes, preferiblemente un niño, una televisión encendida emitiendo sólo la “nieve” después de que la emisión haya acabado...


    Y es que la película recuerda y rinde homenaje a muchos clásicos de los 70 y 80 como Al final de la escalera, Terror en Amitiville, Poltergeist,... o incluso El Exorcista. Y esto es curioso, porque el director James Wan, si que había inventado algo nuevo hace una década con Saw: ese tipo de terror enfermizo y sádico, que te hace sentir incómodo más por las situaciones endiabladas que plantea y por las auto-torturas que se inflingen los personajes que por el gore y la sangre en si, que tuvo tanto éxito que ya ha dado lugar a seis secuelas, cada una peor que la anterior, y que incluso ha creado un subgénero propio al que los críticos llaman “gorno” (gore+porno) o “torture porn”.
      Esta película no es así en absoluto. Se parece más a Insidious, la anterior película de Wan, aunque es bastante mejor que Insidious.

   Un punto a favor de la película es que no se excede con el final, y no peca de lo habitual en otras de este tipo: acaban perdiendo los papeles en la parte final, eternizándose y convirtiéndose en una parafernalia de escenas excesivas.

    Para mi gusto el peor defecto de la película sea quizás que pierde ritmo hacia la mitad cuando introduce a los parapsicólogos en la casa y se inicia la investigación: la tensión se relaja y se pierde algo el ritmo.

   Al “homenajear” a tantos clásicos, lo primero que podrías pensar es que no es nada original... y en el fondo es cierto: no inventa nada nuevo, pero a veces no es necesario inventar nada para hacer una buena película de miedo.


Seldon
(publicado en El Pobre(cito) Hablador)




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